viernes, 9 de enero de 2015

Elipsis

No sé si las mejores, pero seguramente las experiencias más memorables son aquellas que nos sorprenden. Aquellas que interrumpen la continuidad previsible de la actividad que realizamos. El casual encuentro de un viejo amigo durante alguna rutina cotidiana que relatamos emocionados de vuelta a casa. O el descubrimiento fortuito de un escenario de película al doblar una esquina cuando visitamos una ciudad o de un paisaje durante un viaje por carretera. Son momentos mágicos y memorables que quedan grabados en nuestra memoria al evocar ese viaje o aquel lugar.
El hecho de preparar un viaje o diseñar una ruta turística es contradictorio con este fenómeno de la sorpresa. Deja de ser sorpresa desde el momento en que lo anticipamos. Más aún, tanto más preparamos el viaje, tanto menos espacio dejamos para la improvisación y la sorpresa. Será el azar el último recurso y el azar no siempre depara experiencias agradables.

Ahora bien, hay un mecanismo tomado de la construcción lingüística que tendría una aplicación directa para originar el fenómeno: la elipsis.

La elipsis es el vacío o la omisión de alguna parte en la construcción de una narrativa. Un viaje es una narrativa o mejor aún, la acumulación de varias. Las elipsis serán aquellos vacíos de diseño que tengan que ser llenados necesariamente por el viajero. Son espacios prediseñados para las posibles sorpresas. Una ruta, un producto, un destino, me atrevo a decir, podría entenderse como narrativas entrelazadas con elipsis sabiamente interpuestas.

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