domingo, 15 de mayo de 2011

Augmented Tourist Experience


Atesoro el recuerdo reciente de un paseo por la dehesa extremeña con un buen conocedor del terreno. Alguien con el conocimiento incorporado de su tradición y la sabiduría de transmitir su amor por el lugar con las pequeñas y grandes historias que lo visten y enriquecen. Anécdotas, leyendas, datos, curiosidades, dramas, exageraciones, vivencias personales… mezcladas con el paisaje, los aromas y colores de la primavera, constituyeron un memorable ejercicio de ‘realidad aumentada’. Es decir, mi capacidad de percepción y, por ende, de goce se incrementó gracias a la interacción con mi amigo. No es que no fuera capaz de notar por mí mismo el aroma desprendido por las plantas de romero, sino que gracias a él lo relacioné con una serie de remedios populares a la vez que con un divertido acontecimiento local que puedo rememorar y compartir ante la futura influencia de ese aroma, anclándose así en mi acervo de experiencias.
Nuestra vida urbanita nos da nuevas habilidades y nos resta otras de relación con el medio natural y rural de las que aún dispone mi amigo extremeño. No pretendo demonizar ni ensalzar una u otra, más bien constatar la oportunidad que se abre para diseñar ofertas de ‘aumento de la realidad’ y adquisición de experiencias nuevas y excitantes que el medio circundante nos depara. Ahora bien, no podemos pretender que el mismo cliente ultraconectado e hiperestimulado moderno compre ofertas insulsas y poco trabajadas en aras de la ‘tranquilidad’ o por la obligación o culpabilidad ‘ecológicas’ de la protección natural o rural. Sin renunciar a esos valores, disponemos de la tecnología y de la tradición viva (aún) para llenar de contenidos y experiencias de calidad al futuro visitante. Hay un ingente trabajo para relacionar ambas, diseñar experiencias y seducir a la demanda. Si no, resignémonos a seguir sumando experiencias repetitivas en entornos artificiales como los parques temáticos o suspirar viendo los documentales de National Geographic.