lunes, 7 de marzo de 2011

El monte Tindaya (1)


Nunca he oído argumentar el emplazamiento de las pirámides de Egipto como una agresión al paisaje del desierto. Sin embargo, estoy convencido de que un planteamiento similar a día de hoy, concitaría la más encendida de las polémicas. ¿Pirámides rompiendo el perfil del Valle de los Reyes? Y además ¿como una intervención sistemática? ¡Intolerable!
Al contrario, no se entiende ese paisaje sin las pirámides que lo caracterizan y mejoran. Incluso a veces, hasta se nos hace raro observar escenas de desierto sin su conspicua pirámide.
¿Y qué decir de los ‘moais’ de Pascua o Machu Picchu?
Quizá es que hemos de contar miles de años de distancia para dar por buena una intervención humana.
En 1985, el escultor Eduardo Chillida tuvo un sueño y, tras buscar un lugar donde realizarlo, encontró Tindaya en 1994. Con la ayuda del arquitecto canario José Miguel Fernández Aceytuno idearon una intervención en el monte Tindaya en la isla de Fuerteventura. Consistía en excavar en la montaña una cámara central en forma de cubo cuyas paredes tuvieran, cada una 50 metros. También dos embocaduras verticales para que entrase la luz del sol y de la luna. A la sazón, la montaña contaba con una explotación minera para la extracción de piedra, con lo que la intervención revertía el daño ecológico ya producido.
Tras más de quince años, ya desaparecidos el escultor y el arquitecto, la polémica entre ecologistas, políticos, partidarios y detractores, suma y sigue y no se ha hecho nada. Esperemos un par de miles de años para darlo por bueno.